viernes, 14 de noviembre de 2008

ver urgente..el robo mas grande de la historia..q va hacer eeuu

jueves, 6 de noviembre de 2008

La Crisis Capitalista y su Proyección Política


Desde octubre de 2007, un fantasma recorre el mundo; el fantasma de la crisis subprime, que a estas alturas no sólo confirmó las prevenciones formuladas oportunamente, entre otras desde estas páginas, sino que desbordó su ámbito original hasta adquirir un nítido perfil de crisis sistémica.

El fracaso de los diagnósticos, pronósticos e interpretaciones de autoridades económicas, políticos, académicos y otros que la prensa de mercado suele llamar “expertos” alcanza ribetes que causarían risa si la situación no fuese tan seria.

Cuando se trata de rescatar a la banca de los países centrales, que no dejaron tropelía por perpetrar, incluso al precio de inocular mil billones de dólares sin respaldo al sistema financiero, y de estatizar en la práctica a esa banca, para dichos “expertos” se trata de medidas tal vez dolorosas, pero necesarias para reestablecer las “confianzas” y preservar los flujos financieros que requiere el sistema; con la esperanza, naturalmente, que al igual que lo que sucedió en Chile con la crisis de 1982-83, se vuelva a la razón y se devuelva al “mercado” los activos estatizados.

Pero cuando el objetivo es salvar pensiones y jubilaciones de los riesgos de la inversión especulativa, como hizo la Presidenta Cristina Fernández en Argentina, las invectivas, los descalificativos y los denuestos llegan a atragantar a esos mismos “expertos”, que en virtud de espectaculares contorsiones retóricas, incluso llegan a proclamar, sin que se les mueva un músculo de la cara, que la medida es “un robo del Estado a las pensiones de los argentinos”.

En rigor, en ningún momento la evidencia empírica respaldó el ampuloso y totalizador discurso neoliberal. Pero su mayor éxito radicó en la colonización del pensamiento socialdemócrata y en convencer a generaciones enteras de políticos, académicos, periodistas y economistas, en prácticamente todas las latitudes del mundo, de que era el non plus ultra de la racionalidad económica y que fuera del sistema, virtualmente nada puede ocurrir.

Sin embargo hoy, a la hora del ajuste de cuentas con la dura realidad, el mundo entero puede comprobar que el rey estaba desnudo.

Nunca fue cierto que el mercado asigna correctamente los recursos.

Nunca fue cierto que los países dependientes y periféricos puedan alcanzar su desarrollo en el marco del capitalismo desregulado.

Nunca fue cierto que la libre circulación de capitales puede, por sí misma, reemplazar a la inversión productiva en los países dependientes.

Nunca fue cierto que la especialización en exportaciones de recursos naturales puede conducir a los países dependientes hacia su desarrollo, como de hecho jamás ocurrió en el ciclo neoliberal.

Nunca fue más que una mistificación interesada el argumento de la ineficiencia del Estado, mito que se soslaya sólo parcialmente cuando tiene que acudir al rescate de los desastrosos resultados de la irresponsabilidad del capital financiero y su economía de casino. Nunca se podía esperar otra cosa de la codicia desatada, del mismo modo como no se puede poner al gato al cuidado de la carnicería, o confiar que el lobo hará engordar a los corderos.

Tal vez convenga convenir en que todavía no es posible, en forma responsable, dimensionar el efecto real que tendrá la enésima crisis cíclica del capitalismo, y sospechar de las visiones catastrofistas, que tal vez buscan justificar anticipadamente endosarle el peso de la misma al factor trabajo.

Tal vez convenga recordar, una vez más, que ninguna crisis cíclica, ni aún una de naturaleza estructural, bastará por sí misma para causar el colapso del capitalismo.

Es cierto que el capitalismo es una formación económica, pero también es una formación histórica y una formación política.

Por lo tanto, la superación del capitalismo no es una empresa que se pueda abordar en una sola de esas dimensiones, o un resultado que llegará de un día para otro.

En lo esencial, debe obedecer a un proyecto político, como ha ocurrido invariablemente en todos los ejemplos que brinda la historia hasta la fecha, de los cuales han persistido aquellos que se apoyan en la participación activa de mayorías nacionales.

En Chile, en lo inmediato, ese proyecto comienza por castigar con los votos a todas aquellas fuerzas y partidos que se identifican con el capitalismo.